La construcción emocional de los jóvenes, un reto de crecimiento personal

La construcción emocional de los jóvenes, un reto de crecimiento personal

Estamos viviendo una época en la cual la construcción emocional de los jóvenes se está conviertiendo en un reto de crecimiento personal. Esto porque muchos de ellos padecen de una gran insuficiencia emocional, es decir, son consumidos tanto por la depresión como la ansiedad.

Estas dos condiciones se pueden observar en distintos aspectos de la vida cotidiana ya que pueden ser causantes de trastornos o problemas, incluso, más complejos de lo que parecen. Sin embargo, no son lo suficientemente visibles para el mundo que los rodea, me refiero al entorno familiar, al entorno escolar, al universitario o al laboral.

La mayoría de estas problemáticas no son visibles a los ojos de nadie, a excepción de a aquellas personas que está pasando por lo mismo y que, lamentablemente, buscan ayuda desesperadamente esperando encontrar respuestas.

Por eso, este artículo está dirigido a los padres y madres y a los educadores que se interesan por establecer relaciones sanas con niños y jóvenes y que optan por su felicidad. En este sentido, por supuesto se dirige a los jóvenes que sienten necesidad de cambio y buscan empoderarse para crecer y llevar una vida proactiva y feliz.

Errores en la educación emocional

Hay dos errores que podrían considerarse los más comunes y de los cuales se desprende esta ola de anorexia emocional.

El primero es pensar que todas las preocupaciones que nacen en el interior de la persona son una sobre exageración de lo que está viviendo. Por el contrario, debo decir que estas preocupaciones son de gran importancia, pues para quien las está viviendo es una tortura a la que no se puede contestar con simples palabras como “ya pasará”, “no seas exagerado, no es un problema del otro mundo” o “pensé que era algo más grave, hay personas que realmente están pasando por cosas terribles y tú te quejas de esto”.

Pensar que, por el hecho de que estas sean las respuestas más comunes a los problemas que se consideran banales para cada uno, sean las más funcionales para todos los casos. De hecho, si la respuesta más común a los inconvenientes de los demás radica en las anteriores o se relaciona con ellas, es evidente que se desconoce, primero, la situación que vive y por la que está pasando y, segundo, las posibles maneras de ayudarlo.

Si un joven está sufriendo por una amistad o algún problema que tuvo con ella, por un enamoramiento no correspondido, porque perdió contacto con alguien que quería, porque se le murió la mascota, porque no puede realizar un trabajo o establecer conexión con alguien sin que interiormente se esté repitiendo lo insuficiente que es frente a todo, la respuesta no es la misma que le das a tus problemas. Lo que en realidad espera es que puedas conectarte con sus sentimientos, que lo escuches y trates de percibir las cosas desde su sentir. Es la base para que entienda que la vida es un aprendizaje y que el sufrimiento hace parte de este aprendizaje para evolucionar, construir y crecer, si lo desea.

¿Acaso tú como padre o madre o educador no velarías por la felicidad de tu hijo o de tu estudiante, para recuperar su esencia? La formación de jóvenes para la vida, para el futuro, no solo tiene que ver con lo material y con los académico; realmente, el centro de esta formación está en lo emocional.

El segundo error es culpabilizar al mismo joven de sus problemas sin tener en cuenta el daño inconsciente que pueden estar haciendo el entorno familiar, la entidad educativa o las relaciones que establezca con sus amigos o pareja.

Cuando se trata de hacerse responsable sobre las causantes de los problemas que vive el niño o el joven, muchos padres piensan que los que tienen que entrar en razón son los otros. Ese es uno de los pensamientos más frecuentes, inflexibles y dañinos.

En este sentido, es posible que nuestro sistema familiar pueda tener un contexto disfuncional. Muchos jóvenes expresan cómo desde niños viven llenos de temores, pues han percibido la relación de pareja como algo amenazante. Esto porque han visto que sus padres convivieron en una relación distante, llena de control, juicios, en medio de discusiones y de un ambiente agobiante. Sin que lo noten, todas esas frustraciones de los padres fueron traspasada a ellos como hijos.

En muchas ocasiones, como padres no somos conscientes de la importancia de la construcción de un ambiente sano, de que tengamos una buena autoestima, de que tener una vinculación desde el amor con nuestros hijos y que para que ellos estén bien, nosotros somos los primeros que debemos estar bien.

Es común pensar que nuestros hijos pueden salir solos de esos atascos emocionales o que nosotros, como padres, tenemos todas las herramientas para ayudarlos y que siempre nuestros consejos son los más efectivos. Hay que ser objetivos, pues es posible que nos estemos autoengañando y que seguramente necesitemos buscar ayuda. Es muy humano, nos da miedo reconocer nuestras fallas y sentirnos juzgados; por eso, nos quedamos en la negación, en la victimización y no buscamos ayuda; no actuamos aseritvamente.

Cuando entendamos, como padres, que la EDUCACIÓN DEL SER es la que lleva a que se forje una buena autoestima y que con ella van a enfrentar al mundo, tomarán este tesoro interior que hemos ayudado a construirles y trascenderán su vida desde el amor. Entonces, se sentirán plenos, productivos, claros y empoderados; nos agradecerán infinitamente poque hemos invertido en su crecimiento personal.

Nunca es tarde. Somos seres de luz que hemos venido a brillar, igual nuestros hijos. Mi experiencia a través de los talleres de crecimiento personal de niños, jóvenes y adultos lo constata. Decídete a construir, reparar y ofrecerle un cambio a tu vida.

Martha Lucina Hernández,
Creadora de Pedagogía Sana