Sana tu niño interior, expande la felicidad de tu hijo. Todos en nuestro interior tenemos un “niño herido”; entre otros, por estar inmersos en una sociedad que basaba la crianza de los hijos en el miedo.
Recuerda, cómo de niños experimentábamos de manera constante la represión, la exigencia, el castigo, las amenazas y las comparaciones. Todo esto llevó a cimentar mucho dolor, carencia y sufrimiento internos.
Ahora, la vida nos ofrece una pausa. Sería maravilloso vivirla para sanar nuestro “niño interno” que sintió rechazo, abandono, abuso, injusticia, traición y que, como consecuencia, se encuentra lastimado. Es hora de recordarlo porque lo hemos olvidado.
Ignoramos que aún llevamos a ese “niño interno” y dolido a cuestas y, de manera inconsciente, proyectamos todo este inconformismo y dolor en nuestros hijos. De ahí que no comprendamos por qué, a veces, nos comportamos tan drásticamente con ellos.
Eso explica por qué somos tan perfeccionistas con su educación, por qué los estamos corrigiendo a todo momento o por qué nos cuesta vincularnos con ellos y brindarles un “te amo” o un abrazo. Inclusive, queremos que estén asumiendo responsabilidades a todo momento y nos enganchamos en pequeñeces con la imposición de constantes límites y normas. Tenemos obsesión para que hagan las cosas perfectas o los mantenemos siempre haciendo algo, controlándolos a todo momento.
Con todo eso, entorpecemos su felicidad y, de paso nos angustiamos por su futuro, los comparamos y nos sentimos malos padres. En los hijos miramos todo el fallo y el error que nos recalcaron de niños y que llevaron a que nos desvinculáramos de nuestra verdadera esencia: el amor y la conexión con nuestro corazón, pues todos al nacer nos sentimos libres y alegres.
¿Qué debemos hacer?
Empezar a llevar comprensión a nuestro “niño interior herido” para que él se perdone por todo aquello en lo que él se enjuicia, se culpa, se queja y se avergüenza.
Debemos llevar a que nuestro “niño interno” comprenda que ha actuado desde su inocencia, para que pueda expresar ese dolor que ha reprimido por tanto tiempo y desde nuestra parte adulta abracemos cada memoria inconsciente que nos causó daño. De esa forma, podremos limpiar nuestra alma y recuperar nuestra esencia y nuestra luz.
Así, proyectaremos ese brillo en nuestros hijos, pues al convertirnos en seres libres, alegres y conectados con nuestro corazón, nuestros hijos también lo harán y lo agradecerán infinitamente toda su vida.
Es momento de cambios, momento de despertar en consciencia, pues la energía del amor se está proyectando para que saquemos nuestra mejor versión y trascendamos en nuestros tus hijos.
Martha Lucina Hernández,
creadora de Pedagogía Sana
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